Productos y resultados esperados de adaptación
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) es la autoridad nacional en materia de información sobre el clima. Los datos que entregan para 2040 en términos de variaciones sobre la temperatura y la lluvia, o precipitación, nos dicen que en Bogotá la temperatura media se va a incrementar en 0,25 °C en la zona rural y 0,65 °C en el área urbana. Mientras tanto, la cantidad de lluvias en el 2040 habrá aumentado hacia el occidente de la ciudad hasta en un 35 %, mientras que en los Cerros Orientales y la zona sur de la localidad de Sumapaz puede presentarse un importante descenso de hasta 15 %.
La información del Ideam es la base para que la ciudad, bajo el liderazgo del Instituto Distrital de Riesgo y Cambio Climático (Idiger), proponga estudios de riesgo a escala local, con el fin de entender y diseñar estrategias que reduzcan el riesgo asociado a inundaciones, incendios, islas de calor, movimientos en masa y avenidas torrenciales. Partiendo de esa información, Bogotá construyó su Índice de Riesgo para Adaptación ante Escenarios de Cambio Climático (IRC), y sobre la base de este, la primera versión de la Evaluación de Riesgos Climáticos (ERC), un instrumento que nos permite identificar y evaluar los riesgos climáticos actuales y futuros asociados a las amenazas climáticas que se presentan en la ciudad. La evaluación considera el cambio proyectado en las variables de temperatura y precipitación a 2040 en varios escenarios, y define, en consecuencia, las acciones prioritarias que a escala local van a resultar en territorios adaptados y resilientes.
Como resultado de esa información robusta y su análisis, Bogotá definió doce productos específicos con el objeto de reducir la vulnerabilidad ante las amenazas climáticas y hacerla resiliente al cambio climático. A diferencia de los escenarios de mitigación, que exigen nuevas priorizaciones y variables en la gestión pública, gran parte de las y necesidades de adaptación suelen ser más familiares y cercanas: mejora de las coberturas vegetales (árboles, arbustos, jardines y césped), conectividad funcional y ecosistémica, obras de mitigación del riesgo y mejoras en las prácticas agropecuarias en las zonas rurales de la ciudad. Otras resultan menos conocidas, entre ellas, el desarrollo de medidas para reducir la vulnerabilidad frente a posibles periodos de escasez de alimentos y agua y las estrategias epidemiológicas para condiciones específicamente derivadas de la variabilidad y el cambio climático.
Las decisiones de ordenamiento están entre las acciones de adaptación más estructurales y transformadoras. El abordaje que el Plan de Ordenamiento Territorial - POT Bogotá Reverdece le dio a la Estructura Ecológica Principal, una ampliación del 30 % (un total de 28 000 hectáreas más) los espacios verdes y rurales de la ciudad, precisamente porque el enriquecimiento y conservación de los sistemas naturales son la intervención más costo-efectiva de disminuir el impacto de las modificaciones en la temperatura y la precipitación. A pesar de la presión por urbanizar el borde norte de la ciudad, en el POT la ciudad tomó la decisión de consolidar la zona rural de Suba y la reserva Thomas van der Hammen, en un esfuerzo por mantener y mejorar la conexión hidráulica y ecosistémica entre los Cerros Orientales y el río Bogotá. Además, declaró cuatro nuevos parques ecológicos distritales y creó la figura de ¿Paisajes Sostenibles¿, que es una nueva categoría de manejo en la que puede haber actividad agropecuaria de la mano con la protección ambiental.
Pero, además de ampliar y mejorar los instrumentos para la gestión de los suelos de protección, lo que hace el POT es sacar las consideraciones ambientales a todas las estructuras de la ciudad, aumentando así la capacidad de adaptación de Bogotá en su conjunto. Por una parte, exige, a través de la reglamentación de Ecourbanismo, que todas las construcciones de la ciudad incrementen sus estándares de eficiencia energética, de manejo de agua y de coberturas vegetales. Se propone algo similar en el Manual de Espacio Público, en donde se aumentan las obligaciones y posibilidades de incluir espacios verdes y permeables, menos endurecidos y más naturales, dentro de todos los elementos del espacio público.
La propuesta de transporte limpio y sostenible tiene, por supuesto, algunas de sus principales consecuencias en la agenda de mitigación, puesto que es el sector que contribuye casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en la ciudad. Su dimensión de adaptación, particularmente desde lo planteado en el POT, es igualmente importante. Cuando Bogotá se pone metas de redistribución del espacio público para quitarle espacio a los vehículos que operan a partir de los combustibles fósiles, para entregarlo a los modos de transporte sostenible como la bicicleta o el peatón, también se habla de ampliar los espacios verdes y el arbolado en esa redistribución. La permeabilidad del suelo y el libre flujo del agua, la renaturalización de los espacios dentro del sistema hídrico tiene su origen en el ordenamiento que permitirá que la capital se adapte y reverdezca.
Dentro de las principales acciones para que el Distrito se adapte el cambio climático se ha recurrido a programas como el Pagos por Servicios Ambientales, que busca reconocer prácticas relacionadas con la preservación de ecosistemas, por medio de incentivos; asimismo, la consolidación de bosques urbanos, conectores ecosistémicos y las redes de cuidadoras y cuidadores del entorno ambiental, entre otras.
La humanidad enfrenta así uno de los retos estructurales más significativos de su historia. Cuando el reto tiene estos niveles de interdependencia y conexión, no hay estrategias sectoriales ni pensamientos individuales que tengan la capacidad, siquiera, de acercarse a plantear soluciones efectivas. El enfoque de Bogotá, reflejado en su Política Pública de Acción Climática, construye una estrategia completa, sistémica, que parte del documento para darnos la tranquilidad de la urgencia necesaria, se traduce en acciones que, desde hoy y sin dar espera, se pueden tomar para que la ciudad continúe siendo un espacio de oportunidad y prosperidad para todas aquellas personas que deciden vivir aquí.